La primera radio:
Lo más importante sobre ella es que todavía existe, está acá cerca, y como si eso fuera poco, funciona. No como tal, es decir como radio receptora de emisoras, pero sí cumpliendo otras funciones tanto o más importantes que la ya mencionada.
La primera radio se compró allá por el año dos mil dos. Como ustedes recordarán, año nefasto para el Uruguay y para todos los uruguayos. La endeble economía de nuestro país se vino a pique cuando el periodista argentino Jorge Lanata decidió usar sus poderes para bajar los alquileres, ya que como es sabido, le gusta veranear en nuestras playas. Pero salgamos de ahí rápido, no es bueno revisar tanto el pasado si es que pretendemos sacar a este país adelante.
Por aquella época le habíamos encargado a Soledad que mirara alguna por el Barrio de los judíos. Nuestra funcionara habitaba por la zona. Soledad, ingresó a nuestra empresa para cubrir una vacante en el sector limpieza, pero de a poco fue ganando terreno, hasta llegar a secretaria de cuentas. Puede usted estimado lector conocer más de la vida de Soledad, leyendo la primera parte de estas Crónicas de Está Acoplando.
Lo dicho, "mirate alguna" -le dejamos anotado en su escritorio, pues nuestros horarios no coincidían. Se daba la ocasión de su cumpleaños y consideramos además, sus reiterados pedidos de tener una radio portátil en su oficina para poder escuchar al Peti sin la obligación subir al segundo piso, el correspondiente al de las radios sintonizadas en FM.
Así es como un día, más precisamente aquel en donde estalla la crisis, se nos aparece Soledad con los ojos inyectados en sangre y una sonrisa de oreja a oreja. "¡Qué tal!" - dejó repiqueteando en su boca con un tono bastante altanero. La verdad es que nos sorprendió, y por varios motivos. Nos preocupó. Soledad era sobre todo reservada. Ahora había puesto sus dos manos sobre nuestro escritorio de forma desafiante, mientras comenzaban a caer sobre el mismo, abundantes chorros de sangre desde la comisura de sus labios. A su espalda había otra mujer también sangrante y con el mismo uniforme de Soledad (pantalón y campera de tela avión celeste) pero absolutamente desconocida a nuestras vistas. Esta última, sostenía a Soledad por su cintura, como si se tratara de una máquina de cortar pasto. Las dos estaban notoriamente excitadas y nos habían dejado, propiamente sin palabras. "Ella es Mariana, nos conocimos hace un rato pero parece que fuera de toda la vida"- continuó - "fue tan precioso que parece que fue ayer pero no, fue hoy, o hace un rato, ella bajaba desde el Cerro junto a una horda, no recuerdo bien, quizás fuera un turba. La cuestión es que me acordé de la nota que me habían dejado, ahí fue que la ví. ¡Era ella, es decir vos! ¿Verdad que sí, Mariana?" - Soledad giró su cabeza buscando la aprobación de su nueva compañera, pero Mariana no sacaba sus ojos del techo, hasta que finalmente bajó su cabeza y le respondió con una sonrisa no pudiendo evitar que la sangre adornara el pelo visiblemente enrulado de nuestra Soledad.
Finalmente salieron de nuestra oficina de la mano, no sin antes agradecernos profundamente por haber facilitado su encuentro. Más tranquilos, al otro día, les pedimos que olvidaran los conjuntos deportivos celestes. No era nada del otro mundo, salvo porque ese día, el de la turba, el informativo de canal 10 arrancó con un plano bastante comprometedor para nuestras funcionarias (nos vimos obligados a contratar a Mariana), donde se las veía arremeter sin piedad sobre las vidrieras de Grandes Tiendas Montevideo, con la excusa de los saqueos. A Soledad, salvo radio, nunca le había faltado nada. En el clip de presentación de Subrayado se las puede identificar claramente a ambas. Mientras Soledad se pone un pijama capitoneado sobre el otro, hasta llegar a diez, Mariana junta pantuflas a dos manos hasta llevarse un par de cada color. Finalmente fugan del lugar con el mismo bailecito con el que las vimos salir de nuestra oficina horas más tarde, una especie de coreografía un tanto torpe, inspirada en las propias del grupo Las Pororó.
Años más tarde, en noviembre de 2006, pudimos comprarle a un judío aquella primera radio que él había comprado allá por el 2002, que dicho sea de paso, era nuestra. Soledad, de la emoción, la tiró a la mierda, ni bien sus ojos encontraron los de Mariana. Si bien es cierto que nosotros no le dejábamos tener radio en su oficina, cuando tenía que realizar algún trámite, le permitíamos salir con una para no perderse al Peti. Soledad, que tenía sus mañas, siempre salía con la más antigua, una radio Spika que se nos había donado tiempo atrás, y que tenía como fecha de construcción, doce de diciembre de 1932. La radio está ahí, acá. A Soledad no se la prestamos más, creo que no hay mucho que explicar, pero no anda. La usa el sereno, Norman, ya se los presentaremos. Como todos ustedes saben la calle está muy brava, y como él gana el mínimo, tampoco va a arriesgar su vida por nosotros. Así es que, de madrugada, si siente algún ruido extraño, no se levanta de su silla. Primero por lo del sueldo, y segundo porque no le gusta perderse un minuto del programa de Cabrera. Al menor ruido, Norman extiende su brazo derecho hasta el escritorio y lanza la radio por un ventanal hasta la calle. Hablamos de la primera, sí. La Spika, que pesa aproximadamente ocho kilos pero no hace alboroto. Así es que si algún maleante se acerca a la redacción de Está Acoplando, sepa que Norman ya es un experto, una especie de maestro ninja que además sabe de yuyos.
Cuando termina su turno, a eso de las ocho de la mañana, Norman va hasta la calle, levanta la radio, la tirá hacia el interior del edificio por el mismo ventanal, y se va a su casa escuchando a Morás.
viernes, 15 de julio de 2011
Crónicas de "Está acoplando" - segunda parte
Por
Federico
viernes, julio 15, 2011
Crónicas
entre mates y otras yerbas
Miguel Cabrera
Orlando Petinatti
2
comentarios
Que buenas están estas crónicas, humille maestro! Los deportivos tela avión me trajeron una imágen que creía haber borrado de mi mente.
ResponderEliminarAh, antes solía robarle el alter ego a Bukowski y me hacía llamar Chinaski, ahora maduré y enfrento la vida con mi identidad verdadera.
Salú!
@Sebastián Pérez Grande. A ver si lo tenemos más seguido comentando por acá.
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